Entrevista a Beatriz Sarlo

En una actividad organizada por nuestra institución la escritora y pensadora, Beatriz Sarlo, fue entrevistada por la periodista Hinde Pomeraniec. Como resultado de la mesa realizada en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires de 2019, Infobae publicó este artículo periodístico que en gran medida refleja una conversación tan profunda como amena entre las dos invitadas de la SEA.

Y así contestó Sarlo ante la siguiente pregunta:

H P ¿Cuánto hace que no venías a la Feria, Beatriz?
B En general no vengo a la Feria, esta invitación la acepté porque creo que la Sociedad de Escritoras y Escritores, la SEA, es una institución que debemos apoyar. Los escritores necesitamos tener una institución y debemos apoyar.

Diez temas, diez definiciones: Beatriz Sarlo cautivó a su público en la Feria del Libro

Su relación con el feminismo, el nuevo libro de Cristina Kirchner y su concepto sobre Néstor Kirchner y Mauricio Macri son algunos de los tópicos que la ensayista abordó durante una entrevista que tuvo lugar en la Feria del Libro.

En una mesa organizada por la Sociedad de Escritoras y Escritores (SEA) la intelectual argentina fue entrevistada por la periodista Hinde Pomeraniec, editora de Cultura de Infobae. En la sala Adolfo Bioy Casares y ante un público atento y silencioso que mantuvo su atención durante una hora y media, Sarlo desarrolló algunas de sus ideas literarias y políticas y contó sus experiencias.

Ser de izquierda

“Me reconozco de izquierda en tanto una persona de izquierda es quien sabe que la desigualdad del mundo no se resuelve mediante los mecanismos del mercado ni por la propia dinámica social del sistema. En ese marco, puede ser más o menos intervencionista y le otorga ese rol a las políticas del Estado. Esa persona reconoce que esas diferencias sociales deben disminuir y, en una utopía social, desaparecer.

“Hay países mucho más igualitarios que la Argentina, por ejemplo, los escandinavos. Algunos países europeos tienen sistemas impositivos mucho más justos que el argentino, sobre el que en el país sólo escribe José Nun. El sistema impositivo argentino es extremadamente injusto. Hay una evasión gigantesca y ya resulta imposible pedirle una factura al odontólogo o al psicoanalista, ni qué decir de las grandes evasiones. El impuesto a la riqueza en la Argentina es irrisorio. La alícuota que pagan los dueños de las viviendas de Palermo Chico es risible. En este país el impuesto a la herencia fue sacado por la dictadura y jamás repuesto. El economista Thomas Piketty señala que ese impuesto a la herencia es el más eficaz en una aplicación sostenida, pero en el país no existe, salvo una versión poco importante en la provincia de Buenos Aires”.

Ricardo Piglia

“Piglia, Carlos Altamirano y yo fundamos juntos Punto de Vista en marzo de 1978 con un dinero que nos había dado Vanguardia Comunista, un partido maoísta. Hasta que se fue de la revista en 1980 fue un periodo de gran amistad y entendimiento. Unos meses después de la fundación de Punto de Vista los militares desaparecieron a todo el grupo que nos había dado esos fondos, con varios de los cuales, como Elías Semán, nos unía gran afecto, y varios de quienes conocían nuestros domicilios. Debíamos decidir si abandonar el proyecto o seguir, y apostamos por seguir. Tuvimos una gran suerte. Cuando Piglia se fue de Punto de Vista nos alejamos definitivamente y no pudimos recuperar ese vínculo. Sí lo recuperó con otros miembros de la revista, así que debe haber sido responsabilidad mía”.

La relación con el feminismo

“Nunca me sentí disminuida por ser mujer. En ese sentido, tuve una vida afortunada. Incluso no me pasó frente a hombres que tenían un porte de grandes machos, como David Viñas, que tenía un aspecto de esa naturaleza, pero que en el trato personal era de un igualitarismo extremo y que fue muy importante en mi vida. No tengo una experiencia identificatoria de esa naturaleza, si la hubiera tenido seguramente habría dado patadas en los lugares más dolorosos”.

No merezco la palabra ‘feminista’ porque no conozco sus diferentes teorías. Claro que apoyo todos los reclamos y si hay que movilizarse, me movilizo. Pero así como cuando militaba en un partido marxista leninista me sabía de atrás para adelante y de adelante para atrás El Estado y la revolución, leía a Lenin y El Capital, no tuve ese rasgo con el feminismo. Al no haber percibido o experimentado desigualdades en mi vida personal por ser mujer, puedo decir que, en ese sentido, no en otros, mi biografía fue muy fácil”.

Sinceramente, de Cristina Kirchner

Sin dudas lo voy a leer. No es que no tenga prejuicios, sino que debo leerlo. Me crucé con Ingrid Beck que me dijo que circulaban y se compartían párrafos del libro de Cristina Fernández, pero no quiero sucumbir a la tentación de leer esos párrafos para formar una opinión, me parecería extremadamente injusto. Para ser honesta con mi propio trabajo tengo que leerlo. Lo voy a leer en papel”.

Macri, el verticalista

“Así como he dicho que me equivoqué mucho en pronósticos políticos, puedo decir que con Macri no me equivoqué y por eso voté en blanco. Pude presenciar aquel debate presidencial de 2015 con Scioli y ver cómo decía que la inflación se arreglaba en tres meses y la desocupación en cuatro, que no era un autoengaño sino un engaño a los ciudadanos. No se trata de un entorno que no le permitiera desarrollar un programa. Los radicales protestan una vez cada 45 días y punto. Macri es una persona muy verticalista, muy autoritaria. Tampoco tuvo problemas con el parlamento, que no le puso obstáculos. Y cuando tuvo dificultades parlamentarias, metía un inciso. Cuando el parlamento sacó la ley de blanqueo que no permitía esa opción a familiares de funcionarios, Macri metió un inciso para que lo pudieran hacer”.

“Con los intelectuales que apoyaban al kirchnerismo siempre tuve una relación cordial, a pesar de mi oposición fuerte a ese movimiento. Con Macri, quienes lo apoyaban al ver que yo decía que votaría en blanco o señalar mi gran distanciamiento fracturaron un piso, hubieran querido una definición de distanciamiento aún más tajante que la que yo di. Voy a terminar sola en un asilo, no me van a llevar ni alfajores. Sin embargo, la calle es buena conmigo. Tal vez por eso me muevo en transporte público. Sólo, tal vez, me gritan cosas desde algún auto, que protege. En cambio, por la calle, me paran para señalar alguna diferencia, pero de buen modo”.

Néstor Kirchner: Su muerte fue una tragedia

“Fue un político importante e inteligente. Lo vi una sola vez en mi vida. No había estado en las elecciones en el país y apenas asumido como presidente Alberto Fernández tenía la idea de realizar almuerzos con intelectuales y el presidente y la senadora Fernández y los primeros, y creo que los últimos, fuimos Tulio Halperin Donghi y yo. Se hacían en el despacho de Fernández. Néstor no se quedó jamás: tenía su oficina al lado y entraba y salía mientras trabajaba. Supe que cumplía bien su rol como político cuando en una de sus entradas le dije que estaba preocupada por su relación con el PJ. Me puso en mi lugar aceleradamente. “Quedate tranquila”, me dijo, que equivalía a decir: “Correte, piba, vos dedicate a escribir libros que de eso me ocupo yo”. Era la respuesta adecuada de un político. Cristina sí habló: le explicaba historia a Tulio. Nos hubiera querido explicar la dialéctica de Hegel, pero si yo me encuentro con un político quiero verlo como un político, para Hegel tenía a mi amigo Jorge Dotti, que era un experto en Hegel. A Néstor no le interesaba la relación con los intelectuales. “Son cosas de mi señora”, hubiera dicho. Creo que su muerte significó una tragedia política para el país”.

Jorge Luis Borges

Borges fue un escritor de mi país, un país chico sin mayores significaciones, que tuvo la fortuna de haber sido un escritor extremadamente local que se transformó en un escritor occidental. Yo he leído a Borges mucho, pero puedo decir que sólo hace tres años descubrí que la fecha del asesinato que ocurre en Tema del traidor y del héroe es la misma fecha en que ocurrió la batalla de Junín, que fue decisiva para la independencia de América del Sur y en la que el coronel Isidoro Suárez, bisabuelo de Borges, había tenido un rol central como jefe de caballería. Es decir, luego de haber leído ese cuento y haberlo releído muchas veces, sólo hace poco tiempo pude comprobar cómo en su temática irlandesa Borges había podido introducir esa fecha fundamental para la historia argentina y para su propia vida íntima y familiar”.

Las discusiones «atroces» con Saer

Conocí a Saer en 1981 y nos hicimos irremediablemente amigos. Saer no permitía medias tintas: eras su amigo o su enemigo y exigía una lealtad absoluta. Era amigo de los críticos a los que les gustaba su obra, pero supongo que sucede con todos los escritores. También teníamos discusiones atroces. En cierto momento yo estaba en Cambridge y el volaba desde París para que nos viéramos. Discutíamos con él, Rafael Filipelli y quien estuviera en casa entonces. Una vez hubo un escritor que fue testigo de una discusión feroz. Yo hablaba de la obra de teatro de un amigo y él la atacaba sin haberla visto y la acusaba de populismo. Era vertebralmente antipopulista. Terminamos la discusión a las cuatro de la mañana para irnos a dormir, diciéndonos de qué nos íbamos a morir cada uno. A la mañana yo hacía unos mates y él despertó y fue a desayunar conmigo y charlamos sobre otros temas del modo más amable. Apareció el escritor que había sido testigo de la discusión horrible. “Yo pensé que nunca más se iban a hablar en la vida”, decía. Teníamos discusiones atroces y una profunda amistad.

La abolición del miedo

El sentimiento del miedo en la dictadura lo abolí. Y tuve suerte: no perdí la vida, no me exilié, no perdí los libros. Recuerdo que hacía terapia y le dije al psicoanalista: “Si usted piensa que se va a hablar del miedo aquí, descártelo”. Tenía por método no hablar nunca del miedo ni de la persecución. Era un acto de voluntarismo, diría cualquier terapeuta, pero sé que no era la única loca que recurría a él, porque de otro modo había que irse y entonces sí hablar recurrentemente de los desaparecidos, del terror. Cuando se empezaba a hablar del miedo se abría una puerta que no se sabía hasta dónde podía conducir. Cuando desaparecían amigos, los lloraba, pero luego encapsulaba el sentimiento. Creo que me permitió sobrevivir.

Fantino, el lector

Alejandro Fantino es un lector extraordinario. Lo demostró con Saer. Una vez en un programa lo recomendé. Seis meses después me volvió a invitar y cuando se apagaron las cámaras, me quedé hablando con el dirigente agrario Eduardo Buzzi. En cierto momento, Fantino se acercó y le dijo: “Vos tenés que leer El limonero real, de Saer. Se describen asados como los que hacés vos”. Es extraordinario. En ese tipo de definiciones se ven los usos vitales de la literatura. Esos son los lectores que uno quiere porque, si no, serían todos estudiantes de Letras.

Periodista: Diego Rojas

Foto de La SEA


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