Ortega Peña Rodolfo

El 31 de julio de 1974, el escritor y director de la revista Militancia, diputado nacional en ejercicio, doctor Rodolfo Ortega Peña, fue asesinado por la Triple A. Tenía 38 años y era un abogado e intelectual brillante. Esa noche descendió de un taxi, junto a su compañera Helena Villagra, en Carlos Pellegrini y Arenales. De un Ford Falcon verde bajaron tres asesinos con el rostro cubierto por medias de mujer, que fusilaron a Ortega Peña e hirieron a su mujer. Escribió, junto a Eduardo Luis Duhalde, Felipe Vallese: Proceso al sistema, El asesinato de Dorrego, Baring Brothers y la historia política argentina, Facundo y la montonera, Felipe Varela contra el imperio británico,entre otros.

Felipe Varela: El caudillo de las masas

En 1821, año en que los ingleses consolidaban su penetración a través de Rivadavia, nacía Felipe Varela. En Huaycama, humilde pueblo del departamento de Valle Viejo, Catamarca, el hijo del caudillo federal Javier Varela venía al mundo entre las sierras de Ancasto y Ambato, a jugar con las aguas del río del Valle. Pero nacía también para ver la pobreza de su provincia, mientras la burguesía “iluminada” de Buenos Aires contrataba empréstitos o creaba bancos al servicio de Gran Bretaña.

Guandacol, pequeño pueblo entre los elevados valles riojanos, lindero con San Juan, le dio su educación. Se inicia allí su militancia guerrera, aliado del caudillo Pedro Pascual Castillo, amigo de su padre. El engorde de animales para los mercados chilenos de Huasco y Copiapó le fue otorgando un conocimiento cabal de sus hermanos. Indios puros a la caza de guanacos, vicuñas y chinchillas fueron sus compañeros de juventud. Isabel Rearte, su madre, comprendió el destino de Felipe, cuya única herencia paterna sería el “odio al partido unitario jurado ante el cadáver del hombre que le dio el ser, muerto en una revolución” el 8 de septiembre de 1840.

Más tarde, Varela se casará con Trinidad Castillo, de la que tendrá dos hijos: Inora y Javier.

Al formarse la “Coalición del Norte”, Felipe Varela, junto a Castillo y Peñaloza, lucha contra Rosas. Es que la situación económica del Noroeste argentino, a pesar de la ley de Aduanas de 1835, sigue siendo crítica, como consecuencia del bloqueo que traba sus efectos. La fidelidad al caudillo riojano Tomás Brizuela, la propaganda unitaria, hábilmente dirigida por Avellaneda, inteligente explotador de situaciones, produce sus consecuencias. Poco tiempo durará su participación en esa lucha, como mosquero de Lavalle junto a Crisóstomo Álvarez. Varela, joven de 20 años, se va a Chile. En octubre de 1851, es capitán de carabineros en Vallenar (Chile), siendo nombrado ayudante del jefe de la División de Armas “que marcha sobre Coquimbo”, Francisco de la Barrera.

Caído Rosas, se incorpora al ejército del Chacho. En diciembre de 1855, es teniente coronel en el Regimiento Séptimo de Dragones de Línea mandado por Manuel Baigorria y destacado, en ese tiempo, en Concepción del Río Cuarto, y en Tres de Febrero en julio de 1857.

Varela llega y observa. El país va entrando en su experiencia.

En septiembre de 1861, lucha en Pavón en el ejército de Urquiza, incorporándose luego al de Paunero en Córdoba, donde obtiene el grado de coronel de la Nación.

Se produce entonces la sublevación del Chacho, a la que ha sido estimulado por sus montoneros Llanos, Ontiveros, Puebla, Ángel, Chumbita y especialmente Varela, quien está a su lado, con alto mando. En agosto de 1862, Francisco Gómez, gobernador interino de La Rioja, lo designa jefe de policía de esa ciudad, “por ser justamente reputado como uno de los principales jefes de Peñaloza”. Su actuación es muy destacada.

En marzo de 1863, Felipe Varela invade Catamarca. Es derrotado por Víctor Maubecín, y luego por Manuel Taboada.

Interviene más tarde en las sangrientas batallas de Lomas Blancas (La Rioja) y en Las Playas (Córdoba), donde es herido de gravedad, completando así la campaña al lado de Peñaloza, estimado por este como el lugarteniente de mayores conocimientos militares.

Varela analiza con serenidad las causas de la derrota. Cuando llega el 12 de noviembre de 1863, y la “civilización” asesina cruelmente en Olta al caudillo de Los Llanos, emigra a Chile, y de allí parte para refugiarse en Entre Ríos con López Jordán. “Después de la muerte del Chacho, debemos suponer que la solitaria no se ha de reproducir porque ya perdió la cabeza. Bajo este supuesto y en vista de nuestro apurado estado financiero, le pido encarecidamente, proceda desde ya al licenciamiento de todo cuanto se ha movido (…)”, le escribía Juan A. Gelly y Obes a Wenceslao Paunero el 26 de noviembre de 1863. Era, sin embargo, solo una derrota momentánea.


Del libro Felipe Varela contra el imperio británico, de Rodolfo Ortega Peña y Eduardo L. Duhalde.


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