Galletti Liliana

Liliana Élida Galletti nació el 5 de septiembre de 1945. Estudió en la Academia de Ciencias Históricas, egresada con medalla de oro. En la facultad escribió un libro, junto a otros estudiantes, sobre el nacimiento de la clase oligárquica argentina y colaboraba con un profesor en un estudio sobre los comienzos del periodismo en la Argentina. A fines de 1976 escribía informes sobre derechos humanos en la Argentina para la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Fue secuestrada, de su domicilio en Capital Federal, el 13 de junio de 1977. Estuvo en el “Pozo de Banfield”, donde fue vista por una sobreviviente el 7 de septiembre. Horas después fue “trasladada” con otros desaparecidos. Tenía 31 años y era soltera. 

[Carta]

Santiago de Chile, 20 de abril de 1972


Mi querida Mami:

Como hoy tengo tiempo y he dispuesto el fin de semana para escribir, vamos a charlar largo y tendido. Tuve una gran alegría al recibir tus cartas, especialmente una larga fechada el 21 de marzo. Realmente, esa carta me emocionó. Te confieso que cuando leí todo el párrafo en que reflexionas sobre mi madurez y mi independencia, lloré. Además, me ha hecho tomar cabal conciencia de algo que venía sintiendo en los últimos tres o cuatro años: que nuestra comunicación es muy grande y que es hermoso poder comunicarse así una madre con su hija. Sé que hay muchas cosas que desconocemos una de la otra, que hay muchas cosas que no las hemos charlado nunca y que quizás no las charlemos; sé que hay cosas, o pensamientos o actitudes que no compartimos; pero sé que tu exquisita intuición, y la mía propia, nos llevan a un entendimiento muy profundo. En última instancia sé que –como diría Lorca– con “esa intuición terrible de las madres”, Mami, aunque no diga nada,sabe todo; y quizá sea la persona que, intuitiva o instantáneamente, mejor conozca y comprenda mis estados de ánimo, aunque no sepa exactamente su causa. Yo creo tener para con vos una intuición similar. Quizá sea esa corriente de comunicación la que nos ha llevado, a esta altura de nuestras vidas, a esa hermosa relación madre-hija. Ahora, con tus cartas, no es solo la madre la que habla; habla la amiga, habla una mujer a otra mujer. Es la relación de la madurez que hemos construido. Sé que no fui una adolescente fácil; tampoco en mi temprana juventud fui fácil. He traído más preocupaciones de las que otros hijos traen a sus padres. Nunca me enmarqué del lado de las normas que nos impone la sociedad; siempre ansié y deseé excesivamente la libertad. Sin embargo, creo que esto ha sido positivo –a pesar de los pequeños o grandes sufrimientos que ustedes y yo hayamos tenido– y quizás es esto lo que más ha servido para alcanzar el grado de relación actual. Cada uno de nosotros somos un poco producto de las experiencias que van tejiendo nuestra historia individual. Quizá si yo no hubiera sido como fui, no sería ahora lo que soy. Y en el fondo –aunque tengo todavía muchas cosas que superar y mucho camino que recorrer– estoy conforme conmigo misma. Quizá también si yo no hubiera sido como fui, ustedes tampoco serían como son ahora. Hay una frase que le gusta mucho a Jemy y creo que es cierta: los padres educan a los hijos, pero llega un momento en que los hijos tienen la obligación de educar a sus padres. Creo que en nuestro caso esto es cierto. Es una relación dialéctica (aunque no te guste mucho la palabra) de mutua educación. Ahora he alcanzado mi madurez, mi independencia y mi libertad. Creo que sabré hacer buen uso de ella, aunque el camino para llegar haya sido duro y duele lo que deja uno atrás…

Lily


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